buenas, el dia de hoy les traigo, a peticion de los que no saben ni como esta eso de la celebracion, una brebe explicacion que m fusile de un folletin de la universidad autonoma de queretaro
(prometo en la nochesita poner toda la bibliografia, hora si)
los mexicanos y la muerte
todas las mitologías o religiones están fincadas sobre tres puntos fundamentales: la creación del mundo, la creación de la primera pareja humana y la trascendencia del hombre más allá de la muerte. Éste último punto es al que nos abocaremos de ahora en adelante.
La única certeza que tiene el hombre durante la vida, es la muerte. La cultura mexicana, afianzada en su identidad, no distingue entre la vida y la muerte, todo es vida y la muerte es parte de ella, y no parte final sino inicio perpetuo. Todos trascendemos la muerte porque la muerte nos precede, sin la muerte de nuestros antepasados no tendríamos vida propia.
Todos los seres vivos cargamos la muerte con nosotros, es compañera de viaje, nos alerta ante el peligro y nos recuerda a cada rato nuestra naturaleza perentoria y limitada.
Los aspectos que más coinciden en las celebraciones del Día de Muertos, desde el punto de vista social, cultural y antropológico subrayan, en primer término, la identidad de un pueblo a través de este tipo de manifestaciones, de las cuales se puede afirmar que son únicas en el mundo y hacen que el individuo se sienta perteneciente a un grupo social.
La importancia de las festividades y la necesidad de todo grupo social tiende a mantener la identidad, la cual está constituida por una serie de códigos, además de ser una necesidad de todos los grupos por distinguirse de las demás sociedades y sentirse diferentes.
En la actualidad, el culto a los muertos se manifiesta subjetiva y cotidianamente a través de múltiples formas para recordarlos, tanto de manera personal como con actos religiosos personales. Por otra parte, en los días dedicados específicamente al culto de difuntos, los dolientes los recuerdan expresando sentimientos de veneración, cariño y gratitud, así están cumpliendo con normas sociales establecidas.
Superar el temor o disgusto de los muertos si no se les recuerda y comparte con ellos algo de los goces o frutos obtenidos durante el año, por la comida y la ofrenda en la tumba o en el altar, es un desprendimiento significativo de ciertos bienes materiales, como pueden ser lo mejor de la cosecha, las flores de temporada, los gustos del difunto o alguna prenda querida.
Los días de muertos o fiestas de los fieles difuntos es conocida, también, como fiesta de Todos Santos o como el "Día de las Ánimas Benditas", porque, según la tradición, éstas llegan desde la noche del día 31 de octubre. Las almas de los niños, "los angelitos", o "santos inocentes" vienen a la tierra el 1o. de noviembre. Los adultos, de igual manera, vendrán a visitar a sus parientes el día 2, Día de los Fieles Difuntos.
Es extraña y muy arraigada entre las comunidades indígenas la idea de que en el más allá se otorga al difunto licencia para visitar a sus parientes que aún viven en el mundo terrenal; se trata, pues, de un huésped ilustre al que hay que agasajar y brindarle toda clase de atenciones. Actualmente se cree que el día de Todos Santos es fiesta de comer, no sólo para las ánimas, sino también para los vivientes.
De aquí que en estos días se haga derroche culinario y se confeccione platillos apetitosos, aunque siempre dentro de una pauta tradicional. La ofrenda de origen indígena se une, con flores y ceras de la costumbre criolla y se elaboran altares donde se rezan oraciones propias del Día de Difuntos.
El Día de Difuntos no sólo es día de llanto. Pasada la media noche, hora de muertos, se vuelve fiesta familiar y más tarde fiesta de toda la comunidad.
ANTECEDENTES
No se sabe exactamente su origen, pero el Día de Muertos se encuentra en los pueblos de México como una expresión de verdadero fervor por lo mágico, lo histórico y lo maravilloso.
La muerte, desde la aparición del hombre sobre la tierra, ha generado un culto muy particular. Las culturas prehispánicas concibieron la muerte como una dualidad con la vida.
Los aztecas tenían dos fechas especiales para recordar a sus muertos: agosto es dedicado a Miccal-Huitonitli o "muertecitos" y noviembre es para los muertos grandes.
El origen de las ofrendas está en el culto que las razas autóctonas rendían a sus muertos, así, en el templo ofrecían mazorcas, flores y encendían copal para aromatizar el espíritu de los difuntos.
Dentro del calendario prehispánico de los grupos nahuas del Altiplano central, había por lo menos seis fiestas dedicadas a los muertos. Entre ellas, la principal era la de los días del 12 al 31 de julio, en que se recordaba a los muertos grandes y se caracterizaba por la magnificencia de las ofrendas.
Asimismo, los teotihuacanos, toltecas, aztecas, huaxtecos, totonacos, otomíes, purépechas, mixtéeos, zapotecos, mayas, etc., practicaron el culto a los muertos y sus ritos eran similares. Concibieron la muerte como una dualidad con la vida.
La existencia en el más allá, decían, era de acuerdo con la forma de su fallecimiento, no a la conducta observada en vida, por lo tanto no se temía a castigos posteriores a la muerte. Después del deceso generalmente los ancianos vestían al muerto con papeles de amate o de maguey. Le derramaban agua en la cabeza diciéndole: "Esto es lo que gozaste en la vida". Si su muerte estaba relacionada en alguna forma con el agua, lo vestían como Tláloc, dios de la lluvia. Se les colocaba un jarro con agua para vencer los obstáculos hasta llegar a su destino. Si habían sido importantes, les colocaban en la boca una piedra verde llamada chalchíhuitl y si habían sido comunes y corrientes, una piedra de menos valor. Generalmente, incineraban el cadáver; el fuego de la cremación se atizaba al mismo tiempo que se entonaban canciones lúgubres; reducido el cuerpo a cenizas se depositaba en una olla de barro y la enterraban. También, quemaban sus pertenencias e instrumentos de trabajo. En el entierro que se hacía en algún templo o en los montes, se colocaban ofrendas de comida, bebidas y flores.
Las almas, para llegar a su destino final tenían que pasar por diversos sitios que presentaban otras tantas dificultades. Para vencerlas, les colocaban a los cadáveres diversos papeles, que les permitían vencer los obstáculos. Esos lugares de paso al más allá eran: dos sierras que casi se juntan, una serpiente, una lagartija verde (algunos dicen que era un cocodrilo), ocho desiertos, ocho cerros, una zona de vientos helados que cortan como navajas (por eso les quemaban sus ropas) y, por último, cruzaban el río Chignahuapan con la ayuda del perro.
El tlalocan, paraíso de Tláloc, era el lugar a donde iban las almas de quienes su muerte, de alguna forma, se asociaba con el agua. Ahí disfrutaban eternamente nadando y consumiendo comidas exquisitas.
Otro lugar para estancia de las ánimas era el Chichihualco (la casa de leche). Allí residían las almas de los niños pequeños. Se alimentaban del C'hichiuahtiitl ó árbol de la leche.
Los antiguos mexicanos dedicaban a sus muertos los meses noveno y décimo del año calendárico. El noveno mes comenzaba al 5 de agosto y se llamaba Tlaxcochimaco, que significa "tierra florida". Ese día daba comienzo la fiesta de los muertitos que se refería a los niños; duraba los veinte días del mes y se ofrendaban legumbres. En el décimo mes o Xoco Huetzo, que significaba 'fruta madura', del 25 de agosto al 14 de septiembre, se hacía la fiesta de los muertos adultos, se lloraba y se hacían ofrendas de comida.
Otro concepto profundamente dialéctico de que la vida trae implícita la muerte, y la muerte trae implícita la vida, es el maíz porque al secarse la milpa se conserva la mazorca: muere el tallo, pero queda la semilla. Este mismo concepto se aplicaba a los seres humanos: mueren, pero su estirpe continúa.
En la época prehispánica, los muertos se esfumaban en el reino de Mictlaiitecutli. Solamente los guerreros muertos en combate y las mujeres en el patio adquirían la calidad de estrellas para acompañar a Quetzalcóatl en sus recorridos celestes.
Al ocurrir la conquista del país, la religión católica cambió totalmente el concepto sobre la muerte. Se le empezó a ver como algo temible pensando en las penas del Purgatorio y del infierno, con la esperanza para muchos de la felicidad y del descanso eterno. Se le dio la imagen a la muerte de un esqueleto con guadaña. Se le empezó a rendir culto a las ánimas del purgatorio. Fue en el siglo XVII cuando se trató de quitarle lo terrorífico para darle un aspecto de amabilidad, viéndolas sin miedo y con fe.
Después de la conquista española se estableció en México el día de Todos Santos y de los Fieles Difuntos, que se solemnizaban entre los años 827-844 por disposición del papa Gregorio IV.
Después de la Conquista, esta festividad, se convierte en una celebración religioso-pagana. El día 1o. de noviembre la celebración es por los "angelitos" y el 2 de noviembre por los "fieles difuntos"; la celebración que se considera como la primera formal fue en el siglo XVI por orden del abad Odilón.
Hoy, al igual que en tiempos prehispánicos, se lleva a cabo esta celebración de manera festiva, pues conlleva la idea de la renovación de la fertilidad.
Los días de muerto, todo el pueblo va al cementerio para "llorar el hueso" como suele decirse, y se comen sobre las tumbas los alimentos que llevan; alrededor de los panteones los vendedores ambulantes han montado sus puestos.
El 2 de noviembre, las velas y los platillos aumentan de número. los dulces, moles, tamales, aguas frescas (en algunas poblaciones se agrega pulque), frutas de todas clases, cigarros, café, vasos con agua y la sal, forman parte de la ofrenda. En las ciudades las ofrendas son más sencillas pero lo que nunca falta es el cirio y la vela o seladoras. Algunas familias en la actualidad solamente recuerdan el día con plegarias al Todopoderoso por las almas de los que ya partieron. El beato Sebastián de Aparicio dio un enorme impulso a la celebración.
El cempasúchil, la flor de los cuatrocientos pétalos, adorna los altares de las ofrendas indígenas o mestizas; de color amarillo brillante, anaranjado, de olor penetrante se combina con flores nube blanca o con rosa de muerto morada.
Cuando la flor se deshoja formando caminos o cruces, siempre está orientada hacia un determinado punto cardinal, con objeto de servir de guía para los del ''más allá".
El día 2 de noviembre, a las doce horas, se escuchan las detonaciones de cohetes en señal de que los angelitos se están despidiendo y se inicia el repique de campanas para el recibimiento de los adultos.
DESCRIPCIÓN DE LOS ALTARES DE MUERTOS
La creencia de ofrendar algo al ánima sola es semejante a la costumbre ancestral de asignar algo para el alma que no tiene quién se acuerde de ella o no le quedan seres en el mundo.
El día 28 de octubre se dedica a los fallecidos en accidentes o asesinatos. El día 1o. de noviembre, a los niños, y el día 2. a los adultos.
El 31 de octubre, en cada hogar y templo, las comunidades colocan altares que están formados de carrizo y otate, cubiertos con f1ores. se colocan frutas para darle encanto a la vista y regocijo al espíritu, las calaveras, pan de muerto, jarras con agua, agua bendita, velas, veladoras; en algún lugar del altar se recuerda a las ánimas que ya no tienen familiares.
El día 1o. dedicado a los niños, se ofrecen alimentos especiales para ellos. A los angelitos se les recibe con un olor penetrante a mirra, la finalidad de regar pétalos desde la puerta de la casa al altar es para que el niño identifique su hogar, para darle la bienvenida, durante este tiempo existe mucha alegría en la familia.
Los altares se adornan con papel picado, flores de cempasúchil, velas, veladoras, imágenes de santos o de difuntos; platillos típicos, tamales, mole con carne, atoles y en general todo aquello que prefieren los difuntos, las luces de las veladoras o de los cirios hacen las veces de faros que guían a cada una de las almas hasta su altar respectivo para que al llegar puedan consumir lo que se les ha preparado Se cree que si prueba los alimentos una vez el alma que ha visitado su altar, los alimentos carecen de olor o sabor, debido a que ha consumido su esencia. A los panteones también se les lleva alimentos, aparte del doméstico.
No podemos olvidar en la ofrenda el riquísimo pan de muerto, así como las calaveras de azúcar, la calabaza en dulce y la fruta.
En atención a los muertos adultos se dispone el comedor para que toda la familia conviva frente al altar con la seguridad de que sus difuntos están contentos, pues en el momento del encuentro, se hace un sobremesa prolongada hasta las siete, en las que toda la familia participa y reza el rosario. Después se merienda con café, chocolate, atoles y tamales. El olor de los alimentos se mezcla con el copal que inunda el ambiente con un cortinilla de humo que purifica y aleja a los malos espíritus. Sobre la mesa se coloca todo lo que en vida le gustaba al muerto, todo ello enmarcado en flores multicolores.
Cada familia hace ofrendas para sus propios muertos y serán según la situación económica. Aunque se celebra en cada familia, las ofrendas poseen un carácter social por excelencia. Entre más personas estén presentes, más honradas se sentirán las almas de los difuntos, puesto que eso es una prueba segura de que durante su vida fueron y tuvieron muchos amigos.
El 2 de noviembre doblan las campanas anunciando que ya se van los difuntos. Se reúnen las familias llevando incienso y copal para alumbrar el regreso de las ánimas. A partir del día 3 comienza el intercambio de ofrendas entre parientes y compadres. Se manda a los hijos, con canastas de pan y fruta, a la casa del tío, del padrino o del hermano, llevando lo que queda de la ofrenda, se vacía la canasta y se vuelve a llenar con la propia ofrenda, de ahí la tradición de "dar la calavera".
Aunque en sí todos los altares llevan, generalmente, los mismos elementos velas, flores de cempasúchil, comida, sahumador con copal, hierbas aromáticas, foto del difunto, etc. algunos de ellos tienen características muy propias.
Tal es el caso del altar que representa los siete pecados capitales. La tradición nos dice que el altar se pone en un cuarto cerrado, un día antes del festejo de muertos; estará compuesto de siete escalones, cada uno representará un pecado: gula, avaricia, soberbia, pereza, lujuria, envidia e ira.
En el primer escalón se pone la foto del santo o virgen de la devoción; el segundo es para las ánimas benditas del purgatorio; en el tercero se coloca sal para todos los niños del limbo; en el cuarto, pan y vino hecho por los parientes del difunto, ya que es un símbolo de consagración; el quinto es para la comida y la fruta preferida del difunto; en el sexto se coloca la fotografía del muerto, a quien se le dedica el altar; en el último escalón queda la cruz de un rosario hecho por tejocotes y limas.
Se prenden cuatro velas principales formando una cruz, orientada hacia los puntos cardinales
Al lado del altar se pone una olla de barro sobre un anafre con hierbas aromáticas como albahaca, laurel, romero y man/anilla. La olla se tapa con una penca de nopal con agujeros para que por ahí salga el olor y purifique el ambiante.
Se adorna con flores como siemprevivas, capa de príncipe o garra de león, velas pequeñas o veladoras y un espejo para que el muerto pueda verse en él y purifique su alma).
El Día de Muertos, el cuarto se abre y los familiares del difunto se sientan a comer las ofrendas, dejando en la mesa un lugar para él y en su silla, una veladora prendida.
el texto esta escaneado por lo que puede tener algunos errores, si encuentran alguno nomas me dicen