Pero lo más sorprendente es que en el caso de los savants “por accidente”, parece ser que las supuestas habilidades inesperadas siempre estuvieron ahí pero obstruidas por la preeminencia de las áreas del cerebro que controlan la lógica, la comunicación verbal y la comprensión.
Esta teoría es interesante porque de algún modo pone en duda la utilidad de ciertos desarrollos civilizatorios caracterizados por la normalización y la homogeneización. La sociedad tiene mecanismos que, en efecto, hacen posible la vida en común gracias a la fijación de ciertos elementos que todos compartimos, pero desde otra perspectiva también acaba con la singularidad que no es innata.
Quizá la utopía de una sociedad de artistas, de personas creativas con talentos irrefrenables —y en qué ámbitos más civilizatorios que el arte, la música, las matemáticas— esté ahí, pero oculta detrás de los gruesos barrotes de la programación social.