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Telarc y los DDR de su catálogo, eran (y aún lo son) muy buscados por los coleccionistas.
En concreto, la opus 49 de Tchaikovski, fue acreditada con 77 dB de rango dinámico.
Para lograr tal relación S/N en el corte directo, se construyeron una batería de micrófonos Neumann octavados, por encargo, basados en el U87 que, a pesar de haber sido concebido para el rango vocal, tenía un linealidad perfecta para el propósito de la grabación en 2x40 canales (Neve-Ferrograph).
Otro productor de vinilos de alta performance era Teldec (Telefunken-Decca) con sus máster de corte directo y corte inverso en policarbonato-metal.
Otras como Erato y CRD, se orientaron al clon indirecto en vinilo cuadrafónico y/o estéreo FourPhase (similar al Phase4 de Decca).
En general, estas compañías discográficas abrevaron el know-how de la británica Decca, posterioremente London Digital Recording, y su famoso sello ffrr.
Naturalmente, el origen de las innovaciones que condujeron a las grabaciones digitales, no fue precisamente el arte musical, sino las necesidades bélicas de la Segunda Guerra Mundial.
Arthur Haddy y su colega Kenneth Wilkinson, desarrollaron sistemas de grabación-reproducción con sensibilidades superlativas, orientadas a la detección temprana en guerra submarina (huella acústica ante el sónar de las naves aliadas, de las hélices de submarinos alemanes, e identificación microfónica del espectro de audio de las hélices en los aeroplanos de la Luftwaffe durante los raids nocturnos sobre Londres y el Canal de La Mancha.
Esas investigaciones fueron el impulso real para la grabación y reproducción de alta fidelidad, luego audio digital, etc., que hoy padecemos disfrutamos, desde los buenos vinilos de la Deustche Grammophon hasta los codiciados horrores de Soundpage / Flexidisk.